miércoles, noviembre 07, 2012

No estás.

Existe una primera nota sobre el escritorio de mi computadora. Una primera nota que leo todos los días en cuanto mis ganas de conectarme al mundo empiezan, está allí, pequeña y centrada, vibrante:
Escribir algo solo para ti.

Lo pienso todos los días, ¿que escribirte?
Lo pienso hoy que es de madrugada y decido hacerlo.
(Las madrugadas siempre nos han sentado bien)
Escribir algo solo para ti...

Como las platicas, los comentarios aislados, las sonrisas cómplices: solo para ti.

Sobre todo las ausencias.
(Cuando haces falta)

Ahí es cuando más se acentúan las exclusividades que nos permitimos: Los momentos en que no estas. 

Pero confesemoslo, siempre es mi culpa y tu siempre lo entiendes.
(Como si siempre escribiera solo para ti)

Entonces caigo en cuenta que a veces, bueno, la verdad siempre, pero uno debe de aligerar la sentencia, escribo solo para ti sin darme cuenta. Te lo apropias, te lo apropias, te lo apropias.
(Las cosas dichas tres veces se guardan mejor)

Te lo apropias tan perfectamente que ya no le es posible a nadie más adueñarselo tan bien, tan tuyo, tan cierto.

Me atrevo a escribirte entonces varias líneas vagas, esperanzadas y tensas, pues los nervios de que sea expresamente tuyo me lleva al desafío de esperar que mis lineas sean tal como las que te apropias, dibujando entonces para ti lo que ya dibujaste antes.

Serán los trazos temblorosos de un incierto, pues escribirte solo a ti es tan simple que hacerlo a conciencia es terriblemente imposible. Absurdo y forzado. Color verde olivo. Rasposo.

Ahí esta tu ausencia y por lo tanto nuestra exclusividad:
en escribirte cuando no estás, aun sea en la memoria, 


pues cuando no estás te escribo siempre.