martes, enero 17, 2012

Detonaciones

Recuerdo cuando me entretejían todos con las manos sudadas, cerradas sobre si mismas.
Cuando no había necesidad de esfuerzos, de "sonrisas bonus extra", de zapatos altos. Pasaban las horas siempre acompañadas, calurosas, tempestivas y nadie volteaba a otros lados.
Todavía recuerdo entonces que me atreví a decir que sabía el secreto de la incertidumbre, de tenerlos en la mano y jugarlos a capricho. Hacerles creer cualquier cosa.

Ahora vuelven mis memorias con propósitos de sabotaje, reclamando justicia por mi lengua larga y la mirada demasiado confiada. Me alzan sobre el precipicio que grita mis inseguridades, me demandan que grite, que implore, que ceda.
Ha llegado el momento de pagarlas todas, aquí desde la alfombra, con las piernas cruzadas y temblando, esperando ese momento en que exhausta de retener las entrañas, estalle entre horas muertas y viejas canciones.

Y estallo.

Cada mínima parte de mi cuerpo queda esparcido en los papeles que relatan nuestra historia, quedan como pequeños trozos humedecidos con mi sangre. Babeantes. Purgandome de palabras vacías, de pasiones cautelosas y de aquellas prevenciones que de noche engullí.

Fue así, sentada al ras del suelo con mi cefalea en las manos que llegaron las memorias.
Recordé lo que era y ya no lo quise.

Decido quedarme ahora con mis entrañas en el suelo, la sangre salpicada, el cuerpo reventado. Deseando, deseando. Sabiendo nada y buscando todo.