¿Determinantes? Concluyentes.
No son las definiciones del deseo las concluyentes.
(Como cuando concluyes con la boca abierta)
Me parece sin embargo una mentira decirte que no tiene que ver con las insatisfacciones y apetitos, eso sí, entendamos que hablamos de los no acordados, aquellos con esas imprecisas fronteras que desdibujan incluso la intención de las palabras.
Concluyentes. Irrebatibles. Eso no tiene que ver conmigo más de lo que mi cuerpo se ha prestado a experimentar bajo tus mandos. Irrebatibles.
Nada es tan irrebatible como lo que no es posible comprobar, como tus especulaciones (las que riman con eso que concluyes) sobre la localización de cada dedo.
Supones (como todos los ingenuos) que son tuyas las imágenes en mente, los gemidos, las pasiones, las líneas. Supones y decides.
Decides los deseos tal cual hacíamos el sexo, apresuradamente y con descuido. Sin repasar aquello importante ni volver los pasos. Decides que es para ti (y sobre ti) lo que yo digo.
Y no.
Las concluyentes (y no tus conclusiones) se encuentran entre mis piernas cuando se cierran. Guardando el silencio cuarteado de las noches disimuladas. Disimulo irrebatiblemente cada definición de mis pasiones.
Sobre el cuerpo cubierto concluyo y defino.
Hay más opciones en la probabilidad de mis pretensiones que en su certeza. En la suposición cabes tú y cabe cualquiera.