martes, septiembre 04, 2012

Escribir

Escribiré de historias que nunca necesitaron que fuesen contadas, las historias que llegaron muy tarde o se quedaron en posibles. Escribiré sobre aquellos que no quieren dormir por temor a no despertar a tiempo, y sobre la incertidumbre que nos llena la traquea.

Escribiré esta vez así, por escribir. Por que un día me dijeron que escribir es un ejercicio diario, y que unas lineas en la noche antes de dormir mantienen a los astros sobre sus órbitas. Escribiré sobre mi por que no se puede escribir sobre otra cosa, por mas que huya y corra hasta la orilla contraria de mis peñascos. Y narraré sobre lo que no se dijo pero si pensamos, llenos de miedo y baba por nuestra estúpida integridad, la que luego descubrimos que nunca tuvimos.

Daré negativas a las negativas y sonreiré con quien no quiero hacerlo, para tragarme mis palabras y terminar diciendo nada en un montonal de otras palabras. Enumerare los nombres con los cuales me han llamado todos los hombres y les pondré mayor valor a los que nunca más volví a escuchar.

Escribiré de historias que siempre quise y no tuve. Como despedida al silencio, huida franca.

Moveré las piernas en el sentido que se antoje, como huida franca, desaparición sintomática.

Beberé el mar a pequeños sorbos para que no se acabe nunca pero siempre lleve su música en el estomago, y seré serena e índigo y antártica. Correré a la niebla que se posa en la nariz y no se va, así de terca y boba y encantadora, seré encantadora.

Me enamoraré mil veces y cada una de ellas caeré en aquel hoyo negro de la cama de Oliverio y me saldrán alas de los pies y aprenderé a volar pero como lo hacen los pájaros mecánicos de Piglia y no la muerte ni los pájaros de Serena. Y cuando este perdidamente fundida en los amores me arrancaré del pecho la válvula cardíaca para que de ella salgan raíces y se esconda y crezcan naranjos como el naranjo en flor de la ventana del hombre que estaba obsesionado con la mujer de su vecino. Por que quien se enamora debe enloquecerse y pegarse al pellejo, al que nos hace hablar con la muerte o con construcciones cónicas perfectas, y saborearse las penas y luego cuando ya no pueda abrir los ojos, dejarse ir al fin del mundo en una simple carcajada. Me dejaré en el fin del mundo a carcajadas, hasta que la luz me ciegue y se me ahogue la voz y amar sea lo único que tenga sentido.

Escribiré entonces de lo que fuera, como no lo hizo Bartebly, como intento Siqueiros antes de que lo atrapara la ideología,  como quiso Girondo durante sus viajes o soñó Cortazar una mañana y miraré mis años y mis vidas sobre las lluvias de verano para llevarle a Fabrizio otra historia de urbanismo y de locura, junto a la tierra surrealista que se traga mis lineas.

Azota fuerte tus aguas en mi boca, que llevaré todos los pensamientos a la orilla y no habrá tiempo que sea demasiado tarde.